Parallel Worlds: Arts and Sciences

En estos momentos, una tercera parte de la humanidad nos encontramos confinados, o al menos parcialmente, para mitigar la propagación del coronavirus y evitar en la medida de lo posible el mayor número de fallecidos por la peor pandemia global desde la gripe española (1918). Para hacer más llevaderos estos días he decidido introducirme en la obra del autor aragonés Javier Sierra (1971), uno de de los escritores más leídos no solo en España sino todo el mundo al haber sido traducido a más de cuarenta idiomas. Su última nóvela  El fuego invisible  (2017), galardonada con el Premio Planeta de ese mismo año, llegó a mis manos casi por casualidad en la librería  Hugendubel  en mi último viaje a la ciudad de Hannover. Allí estaba en la sección de libros en español, flanqueado por los grandes de la lengua cervantina como Gabriel García Márquez o Isabel Allende. Su adquisición me ha proporcionado una placentera escapatoria para adentrarme en la búsqueda del grial junto al joven profesor David

El Teatro Real es junto al Liceo de Barcelona, uno de los grandes coliseos de las artes escénicas europeas en nuestro país, así como el epicentro de la escena teatral madrileña. Fue inaugurado por la reina Isabel II tras cuatro largos decenios de construcción, iniciada por Fernando VII poco después de que  hubiera concluido las Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas. Es bien sabido la importancia de esta institución fuera de nuestras fronteras, puesto que ha acogido innumerables funciones de artistas invitados notablemente a principios del Siglo XX, elevando su  notoriedad internacional. Entre todos ellos, cabe destacar las largas giras de los  Ballets Russes  de Diaghilev en 1917, 1918 y 1921 por España, país neutral en la primera guerra mundial, en donde el público quedó maravillado con sus hipnotizantes producciones vanguardistas. No obstante, muy poca gente tiene conocimiento de su gran secreto: su caja escénica única en el mundo. Dada su posición urbanística

En Hannover, la capital de la Baja Sajonia en Alemania, se encuentra el  Sprengel Museum , una institución que fue inaugurada en 1979 y que alberga una de las mejores colecciones de arte moderno de Europa, fundada en gran parte por la donación que hizo el empresario y coleccionista alemán Bernhard Sprengel a esta ciudad una década antes de la apertura del museo. Entre sus muchas obras, destacan piezas de Pablo Picasso, Vassily Kandinsky, Henry Moore, Max Ernst, Fernand Léger, Paul Klee, Emil Nolde, Max Beckmann, Antoni Tapiès o Niki de Saint Phalle. Hace tan solo unas semanas, tuve la oportunidad de visitarlas durante mi estancia en esta ciudad alemana, mientras estaba actuando en la Ópera de Hannover. Si bien es cierto que dada la amplitud de su colección, solamente pude admirar las obras de principios del Siglo XX, recomiendo encarecidamente a todos aquellos que vayáis a la Baja Sajonia que visitéis esta institución para que podáis admirar la historia artístico-cultural de la pasada

In 1972, a young choreographer (still unknown to the dance world) arrived in Riga to create a brand new ballet  Gayané  (his first full length ballet): a production which became one of “the staples of the Soviet and Eastern European ballet repertory” in the words of Anna Kisselgoff, the iconic New York Times dance critic. An undoubtedly, positioned the Riga Ballet on top of the Soviet ballet, until becoming the third most important institution in the former Soviet Union, after the Bolshoi in Moscow and the Mariinsky (Kirov) in Saint Petersburg. Nowadays, after the fall of the USSR, this institution (renamed as the Latvian National Ballet) continues to maintain its high artistic level, mainly due to its rich and fruitful history, since Nicholas Sergeyev (the author of the Sergeyev Collection: the precious annotations of the productions of Marius Petipa that have been able to keep classical ballet alive in the last 150 years) became its first director in 1922. Meanwhile, after creati

Pese a que no estuvo presente en la ceremonia, el director Roman Polanski fue el gran protagonista de la velada por diversas razones. En primer lugar, por el elevado número de nominaciones que acaparaba su película  J´Accuse  (hasta un total de 9), su  sonada  ausencia junto al resto de su equipo generando un murmullo continuo en gran parte de las intervenciones de los presentadores de la gala. Y por si esto fuera poco, el premio de Mejor Director (más que discutible) que levanto en cólera a actrices como Adèle Haenel, que abandonó la sala avergonzada por este veredicto. Por lo tanto, este hecho pone al descubierto la división que existe en el cine francés en torno al  caso Polanski  y la difícil separación del artista y su obra. En definitiva, fue una de las ediciones más descafeinadas que se recuerdan (pese a estar de celebración por su 45º aniversario), en donde tampoco hubo ningún  Cessar d´Honneur , ya que el actor estadounidense Brad Pitt había rechazado previamente el galard